30/04/2025

30 Años CAV - Resonancias

En el marco del 30 aniversario del Centro de Asistencia a la Víctima y al Testigo del Delito se llevó a cabo el día 28 de octubre del 2024 un encuentro con el equipo pionero. En esta cita en la que se buscaba recuperar las marcas de experiencias anteriores de las personas que han trabajado en esos momentos de origen, se habilitó un espacio de intercambio y transmisión para poder seguir pensando nuestras prácticas.

En el marco del 30 aniversario del Centro de Asistencia a la Víctima y al Testigo del Delito se llevó a cabo el día 28 de octubre del 2024 un encuentro con el equipo pionero. En esta cita en la que se buscaba recuperar las marcas de experiencias anteriores de las personas que han trabajado en esos momentos de origen, se habilitó un espacio de intercambio y transmisión para poder seguir pensando nuestras prácticas.

Articular en este escrito aquellos significantes que resonaron nos permite identificar diversos analizadores, tópicos, que en su función de invariantes, persisten en la historia de este “hacer con otros”.

“¿Qué significa ser pioneros?”

Este lugar no está dado solamente por un momento histórico y coyuntural sino, especialmente, por lo inaugural de cómo pensar a la víctima y cómo trabajar con ella.

Surge, entonces, como valoración, la importancia de aquellos elementos y características con las que fue pensado el momento de la admisión. En esta valoración: la intimidad, el respeto al otro para evitar la intrusión y la preocupación por la eficiencia, se marcaron como norte en el horizonte de cómo recibir a una víctima.

Otras preguntas que retornaron, fueron las que se relacionaban directamente  con la posibilidad de hacer límite o borde a la demanda, a fin de poder circunscribir la competencia específica de esta Institución.

“¿Qué es acompañar a las víctimas?”

“¿Cuáles son los límites del acompañamiento?”

“¿Hay superposición entre las funciones de asistencia del CAV con las de contralor de la Defensoría del Pueblo en general?”

Entre los significantes que mayor resonancia tuvieron emergió la cuestión de la interdisciplinaridad en relación a las especificidades y complementación de cada disciplina en el abordaje integral de víctimas. Así se mencionó la aspiración de construir un “buen” vínculo con el poder judicial. Vínculo situado en un momento de “precariedad normativa” que posibilitó una productividad en las intervenciones que ampliaron el campo de las competencias específicas.

Se resaltó, en este contexto, la importancia de la tarea en el “hacer escuela” con los operadores judiciales, como un trabajo mancomunado en pos de favorecer el acceso a derechos de las víctimas.

En este marco se preponderó que las condiciones habilitantes para un trabajo interdisciplinario radican en la apertura y generosidad en los lazos del equipo, siendo la  confianza, la donación de tiempo y de saber al otro  la estofa de la interdisciplina.

Conjuntamente con esta expansión de las intervenciones se destacó que el intercambio con otras disciplinas posibilitaba la marcación de los límites dentro de las estrategias de abordaje, límites que daban cuenta de las condiciones de posibilidad de trabajo con las víctimas en cada caso. En este marco se planteó además, que la reconstrucción del caso no es monopolio exclusivo de ninguna lectura disciplinar.

También se mencionó que la construcción del problema en cada caso se trata de una tarea artesanal y singular basada en criterios profesionales y con búsqueda de consensos.

“¿Quién puede explicar el caso?”

Otra de las cuestiones que se subrayaron fue la afirmación acerca de la vertiente terapéutica de las diferentes intervenciones, aún aquellas que no pertenecen al área de psicología, significando los efectos benéficos de los abordajes alojantes. Una vez más, se vuelve clara la relación con lo interdisciplinario.

Se impone como necesario aquí poder realizar la diferencia de la perspectiva clínica del trabajo psicológico con las consecuencias terapéuticas recientemente mencionadas.

Ligado al hecho de que no hay un monopolio disciplinar que pueda arrogarse “la” verdad del caso surgió entonces la importancia de promover la propia palabra de la víctima a fin de lograr su implicación subjetiva. Esta tarea que fue nombrada como “pedagógica” tendía a la construcción de legalidades que pudieran ordenar el campo del goce. El espíritu consistía en que las personas que llegaban como víctimas pudieran, finalmente, correrse de la impotencia, sin descuidar, a su vez, la potencia política de la categoría “víctima”. Así entendido, este trabajo se sostiene bajo la premisa de no expulsar, apartándose de una lógica del despacho.

El límite de las intervenciones estaba determinado por las necesidades propias de cada problema, cuidando de no expropiar el conflicto a la víctima.

La demanda en aquel momento, estaba dirigida a la escucha del abogado, anclada en la ilusión de que el derecho “resuelve todo”. Atendiendo al contexto actual, ¿dónde gravita dicha demanda? Aparentemente la ilusión de una respuesta unívoca, sin falta,  habría virado al campo psi, recayendo sobre  la figura del psicólogo.

Se interpeló, además, la idea o representación de “las víctimas”, en plural, mediante la pregunta “¿De qué está hecho esto?”. Significando, quizás, que aquella representación podría desdibujar lo singular e invitando a sostener una mirada no apriorística  de la víctima.

En este sentido el caso por caso y la singularidad tampoco serían un a priori sino categorías a construir.

Para concluir se subraya que la persistencia de los nombres propios atestigua no sólo la memoria del equipo sino que da cuenta de una ética de lo singular que no deja de ser política.

Por último, agradecemos a los que formaron parte del equipo fundacional y a todas y todos aquéllos que diariamente sostuvieron y sostienen el trabajo en el Centro de Asistencia a la Víctima. 

Ps. Lucía Dominissini

Ps. Juan Pablo Farina